En 1960, la prehistoria en el mundo de las innovaciones tecnológicas en la cocina, se inventaba en Francia un producto que, años más tarde, se colaría en millones de hogares: una batidora eléctrica que incorporaba un sistema de calor y hacía estupendas papillas con la verdura que había sobrado del día anterior.
Añadir el calor a un robot de cocina fue el inicio de una pequeña revolución. La alemana Vorwerk empezó a vender su invento, llamado Thermomix, que sufrió después varios rediseños y actualizaciones. La máquina, bastante sencilla al principio, fue sumando capacidades. Actualmente, la Thermomix TM 31 —tras su última actualización en 2004— amasa, pica, emulsiona, monta, muele, remueve, pesa, bate, mezcla y cocina al vapor. En total, Vorwek ha vendido más de cinco millones de unidades de su robot.
España ha sido uno de los sus principales clientes, con al menos un millón y medio de “compradores satisfechos”, según la marca.
La competencia al invento tardaría en llegar, pero llegó. En 2007 la catalana Taurus —que acaba de cumplir 50 años y se considera un referente de la industria nacional— lanzaba al mercado Mycook, un robot de cocina muy similar a la Thermomix aunque con su propia innovación patentada: la cocción por inducción. Su precio, 799 euros, es sensiblemente más competitivo que el de la alemana: 980 euros. Vorwek, que ha ido actualizando las patentes que hacen posible la Thermomix, demandó ese mismo año —y por primera vez en España— a Taurus por infracción de tres de sus patentes —una de 1998, otra de 2003 y una tercera de 2005—, exigiendo la retirada del robot del mercado.
El Juzgado de lo Mercantil número 5 de Barcelona estimó parcialmente la demanda, condenando a Taurus a cesar en la autorización en su máquina del accesorio llamado “cestillo metálico”. El resto de peticiones de Vorwerk fueron desestimadas. La Audiencia Provincial de Barcelona desestimó la apelación de la compañía alemana, llegando el caso al Supremo tras un recurso de Vorwerk sobre una de sus patentes que, según la firma, hace que “la función de batido solo pueda activarse cuando la temperatura de calentamiento ha sido programada por debajo de un límite”. Finalmente, el Supremo desestimó la demanda, dando vía libre a Mycook.
“Las patentes básicas duran 20 años y estaban caducadas”, dice el abogado de Taurus, Jorge Grau, del despacho Grau & Angulo. “La demanda de Vorwerk se refería a elementos parciales y, como en todo conflicto de patentes, una parte cree que la otra hace lo mismo que su producto y la otra lo niega”.
“Vorwek consideraba que Mycook infringía esas patentes porque las reproducía”, dice Carlos Morán, el abogado del bufete Elzaburu, especializado en patentes y protección de la propiedad intelectual e industrial, que ha defendido a Vorwek . “El Supremo no lo ha considerado”, apunta Morán. “Sin embargo, en Francia, el otro país en el que también Vorwek ha demandado a Taurus, se ha condenado a la catalana en primera instancia. Taurus ha recurrido”.
Thermomix ha declinado responder a este diario. Angel Riudalbas, consejero delegado de Taurus, responde al teléfono: “Es lógico que intenten protegerse, pero ya se han pasado más de 20 años. Varias empresas han intenado lanzar robots de cocina, pero ninguna ha creado uno que tenga un nivel de rendimiento igual o mayor al de ellos. Nosotros hemos lanzado y patentado la cocción por inducción”. A las tiendas ha llegado un robot de cocina de fábrica sin marca y nombre muy similar al de Taurus: Super Cook. Su precio es aún más competitivo: 699 euros. “¿Si es una copia? No tiene balanza... Habrá que ver”, dice Riudalbas. “Lo estamos analizando”.
Las empresas tienen un departamento que está ojo avizor por si salen copias. Y contratan a bufetes que estén también atentos por si se intentan registrar nombres que copian los propios. Recientemente, dos marcas hermanas catalanas (Castey Global y Barberí) han denunciado a una tercera (Isogona) por copiar su sistema que hace que las ollas y sartenes sean aptas para inducción. La sentencia, del juzgado número 6 de Barcelona, la condena a pagar 3,3 millones de euros.
Hace un año, Vileda le ganaba a Spontex su pleito por la propiedad industrial del anclaje con sistema click-clack del palo al mocho de la fregona. Y las cápsulas de café también se han convertido en elementos arrojadizos en la guerra de las patentes.
En mayo de 2011 Marcilla, perteneciente a la empresa multinacional Sara Lee, empezó a
comercializar en España las monodosis low cost compatibles con la máquina de Nespresso, propiedad de la compañía suiza Nestlé. Una versión un 15% más barata de las cápsulas que además se puede comprar en los supermercados. Hasta ese momento solo se podían adquirir en las tiendas de Nespresso o por internet. Nestlé tardó poco más de seis meses en llevar el caso a los tribunales y en diciembre presentó en un juzgado de Barcelona una demanda por violar la patente, antes lo había hecho en otros países europeos. El juicio aún no se ha celebrado, pero en Alemania un juez dictó sentencia en febrero de este año y le dio la razón a la competencia de Nespresso. Jean-Marc Dragoli, director general de la compañía suiza, alega en una respuesta escrita que “solo la perfecta interacción entre la máquina y la cápsula original puede garantizar la máxima calidad”. Este diario intentó obtener sin éxito la versión de Marcilla.